El Padre Ribera Balcells, fue un sacerdote de la Orden de los Frailes Menores Franciscanos (OFM), que nació en Calaluña el 10 de noviembre de 1910. Ya desde muy temprana edad ingresó al Convento de San Francisco de Asís en Barcelona donde años más tarde fue ordenado sacerdote. En España estudió y obtuvo los títulos de Maestro de Nivel Primario, y luego el de profesor en Matemática, Física y Química.
Siendo joven lo sorprende la Guerra Civil Española. Sufre persecuciones. Ingresa al ejército como Capellán de un Batallón hasta que al poco tiempo finaliza la guerra.
Años más tarde, junto con un grupo de franciscanos catalanes, viaja a nuestro país, donde vive algunos años en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba donde ayuda a levantar el Colegio San Buenaventura y del cual sería su Rector.
Posteriormente llega a nuestra actual ciudad de El Palomar y en 1963 funda nuestro Colegio, empezando por el nivel Primario del cual fue su Director por muchos años y tiempo después se crea el Nivel Secundario, convirtiéndose en Rector, Representante Legal, Profesor de Matemática, Física y Catequesis hasta su muerte, ocurrida el 14 de julio de 1993 a los 82 años de edad.
El padre Ribera, como todos lo conocíamos, también fue un maravilloso artista que supo plasmar, tanto en diversas pinturas como en figuras de yeso, su gran devoción por Nuestra Santa Madre la Virgen María y el Niño Jesús. Estas verdaderas obras de arte luego eran utilizadas para armar junto a sus alumnos sus famosos Pesebres.
Todos nosotros, alumnos, directivos y profesores debemos agradecer el hecho de poder hoy estar estudiando y trabajando en este Colegio, a la visión desinteresada de una persona, que pensó una vez en la Educación como forma de Evangelizar, y por ello destinó gran parte de su vida en construir y levantar esta escuela.
Los que lo conocieron dan testimonio de su exigente personalidad, sumamente responsable con su labor docente y pastoral, además de su carisma y humildad franciscana que siempre practicó y se preocupó de inculcarla a todos sus alumnos y docentes que trabajaron junto a él y a los que consideraba su verdadera familia.
Todas las personas que estuvieron cerca suyo conocieron su verdadera preocupación que eran sus amados alumnos a los que, al igual como un verdadero padre trata a sus hijos, él sabía ser riguroso y al mismo tiempo comprensivo.
Nunca dejó de lado su misión de transmitir el Evangelio, y como verdadero franciscano amante de las plantas y los animales dejó muchas enseñanzas las cuales como semillas que caen en tierra fértil, hoy germinan y nos muestran el camino hacia Dios.
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